El conocimiento técnico ha dejado de ser elemento de diferenciación y competitividad, para situarse en la capacidad de aportar valor al cliente, en la medida que el centro de poder se desplaza a los clientes.
Cambio de rol en la función del abogado, que pasa de ser un facilitador de consejos legales, a participar en la dirección estratégica de los proyectos empresariales, en organizaciones flexibles que empoderan a los profesionales.
Las dos últimas décadas se han caracterizado por un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo, denominado VUCA, descrito por Bauman como una sociedad líquida, donde el cambio permanente es la única regla. El efecto de la pandemia ha acelerado este proceso generando un entorno BANI, regido por la fragilidad, la ansiedad, el carácter no lineal donde causa y efecto encajan, y el carácter incomprensible de los acontecimientos.
Esta extraordinaria evolución social ha transformado los hábitos de consumo. También de los servicios legales. Y los profesionales ¿también nos hemos transformado para adaptarnos a este nuevo entorno? ¿hemos desarrollado las nuevas habilidades que requiere un entorno tan distinto y cambiante? En este artículo desarrollamos las habilidades que potenciamos en nuestros profesionales y que responden al concepto de aprender a aprender.
El catálogo de las nuevas habilidades debe adaptarse a la propuesta de valor que pretendamos ofrecer, según se conforme desde una oferta estandarizada de servicios, donde los procesos se estructuran bajo la concepción que el servicio tiende a ser una commodity y donde la tecnología va a tener un papel principal en complemento del abogado; o por el contrario una propuesta singular, compleja y personalizada que va a requerir por igual de un alto componente tecnológico y personal.
Entendemos que al abogado del siglo XXI debe incorporar las siguientes habilidades:
Aportación de valor
Es el reto más importe al que debemos responder en nuestra actividad profesional, que consiste en aportar una utilidad o valor a nuestro cliente, pero que además el valor sea claramente perceptible para el cliente, que por lo general no pasará por la calidad técnica de nuestros escritos, pues ésta debe darse por supuesta, en la medida que ha dejado de ser elemento de diferenciación y competitividad de los profesionales, para situar el elemento de competitividad en la capacidad de aportar valor.
La aportación de valor consistirá en nuestra capacidad de innovación en la solución propuesta, la experiencia del cliente en el desarrollo del servicio, el contenido y frecuencia de los entregables y especialmente en el precio. Debemos hacer más por menos y esto solo es posible ganado eficiencia. Todos estos elementos claves para la competitividad requieren de nuevas habilidades y conocimientos, hasta el punto de transformar nuestra profesión.
Conocimientos más allá de lo jurídico
El conocimiento del abogado ha evolucionado desde un contenido exclusivamente jurídico propio de la abogacía tradicional en forma de “I”, al que se añade conocimientos y habilidades en visión y gestión del negocio de nuestros clientes, la gestión de datos y herramientas tecnológicas, y muy especialmente la gestión de proyectos, para conformar un ámbito de habilidades más completo en forma de “T”.
A partir de 2018 aparece el modelo de abogado denominado Delta, que añade a los conocimientos y habilidades en forma de “T” aspectos relacionados con la inteligencia emocional, los valores de la profesión, potenciando una visión más humana del abogado, tan esencial en nuestra profesión, con la finalidad de aportar un reequilibrio al peligro de una tecnología deshumanizante o carente de valores.
Dirección y análisis estratégicos
De acuerdo con los nuevos hábitos de consumo el centro de poder se desplaza a los clientes, lo que nos obliga a reorientar la actividad profesional mediante políticas de customer centric, y con ello mejorar nuestra relación con el cliente, incorporando una visión proactiva y no reactiva en la gestión de los asuntos, fomentado la innovación, la apuesta por la empatía con las necesidades del cliente y una comunicación acorde con sus necesidades.
La visión de customer centric obliga igualmente a una evolución de los conocimientos y habilidades del abogado, motivadas por un cambio de rol en la función del abogado, que pasa de ser un facilitador de consejos legales, a participar en la dirección estratégica de los proyectos, con la agilidad que exige la actividad empresarial, para compartir con el cliente y otros profesionales externos involucrados una visión integral del proyecto, aspecto que sin duda aumenta la aportación de valor.
Nuevos liderazgos
Los nuevos retos en las organizaciones profesionales van a exigir igualmente de nuevos liderazgos, así como una redefinición de sus estructuras, donde los modelos de lock-step, donde el conocimiento se traspasa en una pirámide jerarquizada del socio al júnior, se transformarán en estructuras más líquidas y plurisciplinares, donde el conocimiento se transmite de manera transversal y en múltiples direcciones.
El líder en las organizaciones líquidas debe ser un estratega que mantiene a la organización en la vanguardia de las tendencias disruptivas y las tecnologías emergentes, un innovador que visualiza y anticipa el futuro, y un impulsor que rompe el status quo y hace que la organización avance hacia la visión, todo ello con un fuerte de componente de agilidad para impulsar cambios y orientación al aprendizaje continuo de nuevas maneras de trabajar.
Gestión de proyectos
Las habilidades en la gestión de proyectos, bajo la denominación de Legal Project Management, son esenciales para mejorar la eficiencia y especialmente la experiencia de cliente, mediante la adecuada planificación de las tareas y los recursos necesarios para el proyecto, que requiere de una adecuada combinación de los elementos de un doble triángulo: alcance, tiempo y coste, así como calidad, recursos y riegos.
La transversalidad en la gestión de los proyectos es clave para eliminar los silos de conocimiento vertical que existen en toda organización, estableciendo de manera planificada un flujo de valor orientado al cliente, concibiendo el proyecto desde el valor que aportamos y no desde la eficiencia de los recursos asignados.
Digital skills
Los conocimientos y habilidades digitales, que no son sólo tecnológicos, potencian de manera importante la actividad del abogado, pues no es concebible el ejercicio de la abogacía sin un uso intensivo de la tecnología, básicamente por el ahorro extraordinario de tiempo que supone, lo que a su vez implica ahorro en costes y mejora de la eficiencia.
La toma de decisiones en datos y el desarrollo de herramientas de inteligencia artificial ya forman parte de los elementos básicos de competitividad de nuestra profesión, que nos permite automatizar tareas que no aportan valor, gestionar equipos pluridisciplinares y virtuales y especialmente desarrollar análisis predictivos de los asuntos, que permiten al abogado concentrarse en la resolución de problemas desde la coordinación con otros profesionales en el desarrollo del proyecto, creando un digital mindset a partir de espacios virtuales mediante tecnología cloud.
Soft skills
Los cambios cada vez son más disruptivos y así la necedad de anticipación es mucho más compleja de satisfacer. Para ello las denominadas soft skills adquieren una importancia decisiva, en la medida que facilitan la proactividad, gestión de equipos, orientación al cliente y habilidades comerciales (presencia, interlocución, fidelización y compromiso), creatividad e innovación, visión empresarial y de gestión, técnicas de negociación, compromiso, visión global con enfoque internacional, organización y comunicación, adaptabilidad cultural y orientación a objetivos, habilidades que deben incorporarse a los perfiles profesionales.
Es ya una realidad el cambio de los perfiles profesionales por la desaparición de puestos de trabajo por obsolescencia, la transformación de la casi totalidad de funciones y la creación de nuevos puestos en la medida que se han incorporado a los despachos responsables de operaciones, marketing, expertos en datos y cibersguridad o gestores de proyectos. Han desaparecido los puestos de trabajo para toda una carrera profesional, lo que nos exigirá reinventarnos varias veces en nuestra vida laboral, en un movimiento aparentemente contradictorio acorde con los nuevos tiempos: conocimientos transversales y especialización.
El abogado emprendedor y la marca personal
La tradicional estabilidad profesional es alterada por la propia dinámica del cambio de paradigma, con el consiguiente reto para los despachos y empresas de retener el talento que disponen, lo que va a obligar a flexibilizar la relación profesional, con una fuerte apuesta por el trabajo por proyectos que permita al profesional escoger su dedicación y modelar así su carrera profesional, a la vez que le permite potenciar su marca personal como principal activo, de acuerdo con una orientación al cliente. La marca del despacho se emparejará con la marca del profesional en atención a la importancia de la configuración de equipos.
La necesidad de aportar flexibilidad a la actividad profesional para afrontar el reto del cambio permanente ha alterado igualmente la relación de los despachos y empresas con sus profesionales, sin que ello deba comportar una precarización de los profesionales, antes el contrario, estamos ante la oportunidad de su empoderamiento en la aportación de valor al cliente. La conformación de proyectos va a solaparse con la estructura organizativa, para convertirse en el centro de relación entre los despachos y empresas con sus profesionales, y para ello los profesionales deberán gestionar sus habilidades y marca personal en la medida que trabajarán para varios despachos o empresas, de manera simultánea o sucesiva.
Valores y cultura de la organización
Finalmente debemos disponer de unos valores que armonicen todos elementos que genera el cambio, con el objeto de evitar la descoordinación o la incoherencia con la propuesta de valor. La cultura y los valores vinculados directamente a las personas son los conceptos que deben coser los diferentes ámbitos de la organización, como elementos transversales que informan la organización y los procesos, con la finalidad de darles coherencia.
Así la transparencia, creatividad, colaboración, adaptabilidad e inteligencia emocional, flexibilidad, generosidad, disposición al aprendizaje continuo, orientación al resultado, resolución de problemas, son decisivos para alcanzar la visión, tanto a nivel organizativo como en la aportación de valor al cliente, en la medida que configurados de manera estratégica cohesionarán la implementación de los cambios sin que se resienta la visión.
Según lo expuesto, los retos que plantea la nueva normalidad, en el sentido de la imperiosa necesidad de incorporar flexibilidad para adaptarse al cambio permanente, va a exigir, no únicamente de nuevas habilidades, sino especialmente de actitudes, en el sentido de una orientación emprendedora en orden a la innovación, la generación de valor, entender el negocio de nuestros clientes, la empatía y escucha activa, lo que sin duda transforma la función del abogado hacia el concepto de emprendedor, en el sentido que debe gestionar su carrera profesional e incorporar las nuevas habilidades que exigen los nuevos retos, lo que sin duda genera grandes oportunidades.
Debemos gestionar un entono que por definición es muy cambiante, donde la mejor actitud es la flexibilidad y capacidad de adaptación, pues el pez grande ya no se come al pequeño, sino el pez ágil es el que sobrevive, y para ello debemos incorporar a nuestro mindset una mentalidad emprendedora y aprender a aprender.
Publicado en Legal Today el 23/8/2021
Nuevas habilidades de los abogados: hacia el concepto de emprendedor legal – LegalToday