El conocimiento técnico ha dejado de ser un elemento de diferenciación y competitividad, para situarse en la capacidad de aportar valor al cliente, en tanto que el centro de poder se desplaza a los clientes.
El cambio de rol en la función del abogado, que pasa de ser un facilitador de consejos legales, a participar en la dirección estratégica de los proyectos empresariales, en organizaciones flexibles que empoderan a los profesionales.