Contractus, econtract y smart contract, de cómo las nuevas tecnologías ofrecen nuevas posibilidades de contratación

Desde la convetio del derecho romano clásico como fuente de obligación entre las partes, los elementos externos han determinado la configuración del contrato como prueba de su existencia y eficacia, para hacer realidad el tradicional aforismo de pacta sunt servanda, que exigía la existencia de determinadas palabras solemnes (verbis) o escritos (litteris) o los negocios in re mediante la traditio. La forma de expresión del contrato se configura como elemento necesario para su existencia y determinación del contenido.

Los contratos serán obligatorios cualquiera que sea la forma en que se hayan celebrado, siempre que en ellos concurran las condiciones esenciales para su validez, y debe recordarse que los elementos esenciales son el objeto, la causa y el consentimiento.

La introducción de la tecnología en el ámbito jurídico no ha modificado la esencia del contrato, aunque nos ofrece nuevas posibilidades, en lo que supone el paso del ámbito analógico al digital. En este sentido aparecen dos nuevos conceptos: el contrato electrónico y el smart contract. Entendamos en qué consisten.

Un contrato electrónico mantiene las características de un contrato tradicional, que en lugar de utilizar un soporte en papel utiliza medios digitales, que permite que las partes no tengan que coincidir físicamente en el momento de la firma, así como la prestación puede realizarse y consumirse directamente mediante el soporte digital (compra de música, película o programas informáticos), o de forma indirecta (compra de productos físicos que nos enviarán a nuestro domicilio, libros, ropa, viajes).

El contrato electrónico suele incorporar el pago electrónico del precio del servicio, que comporta una automatización del proceso, aunque puede realizarse también mediante los sistemas de pagos tradicionales.
El smart legal contract es un contrato electrónico que a diferencia de lo expuesto anteriormente las prestaciones obligacionales, pecuniarias, de dar o hacer, se automatizan por elementos de software y hardware interconectado con la tecnología de cadena de blogs, denominada blockchain, sin requerir en ningún caso el consentimiento de las partes en fase de ejecución.

A diferencia del resto de contratos, la perfección del smart contract se produce mediante un doble consentimiento:

  1. El consentimiento habitual en las disposiciones contractuales convenidas.
  2. El consentimiento preconstituido sobre la consumación automática, en el sentido de aceptar que la prestación objeto de su obligación será realizada automáticamente y sin autorización por el smart contract en las condiciones convenidas, y con ello la consumación del contrato no depende directamente de la voluntad de las partes, sino que es propio software que realiza la prestación de acuerdo convenido por las partes.
    De lo expuesto en relación a la automatización de los contratos en fase de ejecución, es necesario establecer dos conclusiones que se plantean como revolucionarias en el ámbito contractual:
  3. No hace falta hablar de cumplimiento o incumplimiento obligacional, en la medida en que el mismo no está en manos de las partes.
  4. Las partes tendrán derecho a obtener la prestación establecida todavía en caso de error informático en la configuración del contrato.

Sin duda la contratación electrónica, y de forma específica el smart legal contract, ofrecen respecto a las formas tradicionales un marco de mayor confianza por la seguridad y autenticidad del acuerdo, de mayor autonomía por la eliminación de intermediarios, de ahorro en su tramitación y eficiencia en la contratación, que configuran una alternativa cada vez más utilizada por empresas y particulares.
El próximo reto: la computación cuántica
El próximo reto en el ámbito contractual de acuerdo con las nuevas tecnologías se plantea en el ámbito de la computación cuántica, que supone superar el ámbito digital a sustituir el bit por el cúbito, que nos permitirá nuevos logaritmos y total seguridad, con extraordinarias potencias de cálculo que permite realizar en 200 segundos una tarea que hubiera costado 10.000 años en el supercomputador más potente del mundo. Para el uso cotidiano de esta tecnología todavía faltan algunos años, aunque en el ámbito tecnológico todo evoluciona a gran velocidad.

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